Fuerteventura, la segunda isla más grande del archipiélago canario, es conocida por sus extensas playas y paisajes volcánicos. Pero más allá de su increíble belleza natural, esta isla guarda muchas leyendas y cuentos que han pasado de generación en generación, enriqueciendo su historia y cultura. Estas historias, muchas veces envueltas en misterio, nos invitan a conocer una faceta diferente de Fuerteventura. ¿Quieres conocer las leyendas de Fuerteventura? Te contamos 4 de las más conocidas en este artículo.
La Luz de Mafasca
Una de las leyendas más famosas de Fuerteventura es la de la Luz de Mafasca. Esta leyenda cuenta que un grupo de pastores, tras una larga jornada, decidió encender una hoguera para asar un carnero. En su búsqueda de madera, encontraron una cruz que marcaba el lugar donde probablemente descansaba un difunto. Cansados y hambrientos, decidieron utilizar la cruz para la hoguera sin importarles su simbolismo.
Cuando la cruz se consumió, una pequeña luz surgió de la hoguera y comenzó a moverse entre ellos. Aterrados, los pastores pensaron que se trataba del alma del difunto, cuyo descanso habían perturbado al destruir el único recuerdo que lo conectaba con el mundo.
Desde entonces, se dice que, en noches oscuras, la luz misteriosa aparece frente a las personas que viajan por los parajes más desérticos de la isla.
El misterio de la Montaña de Tindaya
La Montaña de Tindaya, conocida como la «montaña sagrada» de Fuerteventura, está envuelta en leyendas y misterio. Para los antiguos aborígenes de la isla, los majos, era un lugar de gran importancia espiritual y ceremonial. En sus laderas se han encontrado grabados en forma de pies humanos, conocidos como podomorfos, que se cree estaban orientados hacia el horizonte donde se pone el sol, tal vez como una conexión con el más allá o como un tributo a sus dioses.
Según la leyenda, la montaña era un refugio para las brujas, quienes realizaban rituales y danzas bajo la luz de la luna, por lo que se la asocia con lo mágico y lo sobrenatural. Hoy, Tindaya sigue siendo un lugar de fascinación, donde la historia, la arqueología y el misticismo se entrelazan, manteniendo vivo su halo de misterio.
La leyenda de Tibiabín y Tamonante
Antes de la llegada de los conquistadores, Fuerteventura estaba dividida en dos reinos: Maxorata, gobernado por Guise, y Jandía, liderado por Ayose. Una larga pared de piedra separaba ambos territorios, ayudando a mantener la paz entre los reyes. En ese tiempo, Tibiabín, una pitonisa venerada por sus predicciones, y su hija Tamonante, conocida por su justicia y sabiduría, eran figuras profundamente respetadas en la isla.
Guise y Ayose, intrigados por el futuro de sus reinos, consultaron a las sabias. Tibiabín predijo la llegada de extranjeros por el mar y les aconsejó recibirlos con paz, asegurando que traerían esperanza y beneficios. Sin embargo, los monarcas rechazaron su consejo. Poco después, las tropas españolas llegaron a Fuerteventura, iniciando una conquista sangrienta. A pesar de las advertencias de Tibiabín, los isleños resistieron con todas sus fuerzas, pero finalmente fueron derrotados, y los reyes se vieron obligados a rendirse.
Tras la conquista, Tibiabín y Tamonante intentaron mantener la esperanza entre los isleños, convencidas de que los extranjeros traerían paz y prosperidad. Sin embargo, las condiciones de vida empeoraron bajo el dominio español, y los habitantes comenzaron a culpar a las dos mujeres por su sufrimiento.
La historia de ambas tuvo un trágico desenlace: Tibiabín fue capturada durante un ataque pirata y llevada a un barco del que nunca regresó, mientras que Tamonante, devastada por la pérdida de su madre y el rechazo de su pueblo, decidió terminar con su vida arrojándose al Barranco del Janubio.
Hoy en día, las estatuas de estos dos reyes, ubicadas en el mirador de Morro Velosa, rinden homenaje a su legado.
La Maldición de Laurinaga
En el siglo XV, Fuerteventura estaba bajo el mando de Pedro Fernández de Saavedra, un noble conocido tanto por sus habilidades en batalla como por sus amoríos con las mujeres de la isla. Entre sus muchos descendientes, fruto tanto de su matrimonio con Constanza Sarmiento como de sus amoríos con las aborígenes, destacaba Luis Fernández de Herrera, un joven vanidoso y atrevido. Siguiendo los pasos de su padre, Luis intentó seducir a una joven cristianizada llamada Fernanda, quien finalmente accedió a acompañarlo a una cacería.
Durante la jornada, Luis trató de propasarse, pero Fernanda se defendió, atrayendo la atención de un campesino aborigen que acudió a protegerla. En el enfrentamiento, Luis intentó apuñalar al campesino, pero este le arrebató el arma y estuvo a punto de matarlo. Antes de que pudiera hacerlo, llegó Don Pedro, quien, montado a caballo, arremetió contra el campesino, matándolo en el acto. Fue entonces cuando una anciana apareció entre los árboles: era Laurinaga, madre del campesino muerto y antigua amante de Don Pedro, con quien había tenido un hijo ilegítimo, el ahora fallecido campesino.
Ciega de dolor, Laurinaga maldijo la isla, invocando a los dioses guanches para que Fuerteventura sufriera por siempre. Desde entonces, según la leyenda, los vientos ardientes del Sáhara comenzaron a soplar, secando la tierra y condenándola a la aridez que aún caracteriza a la isla.
Estas leyendas y cuentos forman parte del rico patrimonio cultural de Fuerteventura. Explorar la isla conociendo sus historias es una forma de conectar con su pasado y entender mejor el carácter único de este lugar. Así que la próxima vez que camines por sus paisajes, recuerda que cada rincón de Fuerteventura tiene una historia por contar.