Antes de ser un paraíso natural protegido, la Isla de Lobos fue hogar temporal de pescadores, marineros y familias que vivieron cara a cara con el océano. Aunque hoy en día se encuentra deshabitada, esta isla volcánica frente a Fuerteventura guarda entre sus senderos vestigios de una vida sencilla, dura y profundamente ligada al mar.
En este artículo te contamos algunas de las historias más representativas de los antiguos habitantes de Isla de Lobos, sus costumbres, sus luchas diarias y su huella en un territorio que hoy atrae a visitantes de todo el mundo.
Una isla habitada por pescadores
A lo largo del siglo XX, sobre todo en las décadas de 1930 a 1960, varios pescadores majoreros se establecieron temporalmente en Isla de Lobos. Lo hacían principalmente durante las temporadas de pesca, aprovechando su cercanía a los ricos caladeros del estrecho de la Bocaina. La pesca del atún, la vieja y la salema era abundante, y muchos pescadores llegaban en pequeñas barcas desde Corralejo y otras zonas del norte de Fuerteventura.
Vivían en chozas rudimentarias hechas con piedra volcánica y techos de madera o latas. Algunas de estas construcciones aún se conservan cerca de El Puertito, testimonio silencioso de aquellas jornadas de mar.
La figura del farero
Uno de los personajes más emblemáticos fue Antonio “el farero”, quien junto a su familia vivió en la isla durante décadas en la casa anexa al Faro de Punta Martiño, al noreste del islote. Antonio no solo mantenía en funcionamiento el faro, sino que también criaba animales, cultivaba pequeñas parcelas y ayudaba a los marineros en apuros.
Para abastecerse de agua dulce, utilizaban aljibes y recogían agua de lluvia. Los víveres llegaban desde Fuerteventura cuando el mar lo permitía, lo que hacía que la vida fuera especialmente dura en los meses de mal tiempo.
Se cuenta que, en días de niebla o tormenta, los fareros encendían velas en lo alto del faro para reforzar la señal luminosa, esperando que ningún barco se perdiera en las rocas que rodean la isla.
El Puertito: vida en miniatura
El pequeño enclave de El Puertito fue el corazón de esta comunidad temporal. Allí se reunían los pescadores para compartir comida, reparar redes o resguardarse del viento. También fue punto de entrada y salida para los pocos visitantes o familiares que llegaban desde Fuerteventura.
Hoy, El Puertito sigue siendo uno de los lugares más fotografiados de la isla por sus casitas blancas, su laguna de aguas turquesas y la sensación de haber retrocedido en el tiempo.
El final de la vida habitada
Con la automatización del faro en los años 60 y la consolidación del puerto de Corralejo, la presencia humana permanente en Isla de Lobos fue desapareciendo poco a poco. En 1982, la isla fue declarada Parque Natural, y desde entonces no se permite la residencia ni nuevas construcciones.
Los descendientes de quienes vivieron allí aún recuerdan con nostalgia los veranos en Lobos, las noches bajo el cielo estrellado y el olor a pescado recién asado.
Vestigios que aún puedes ver
Aunque hoy Isla de Lobos está deshabitada, todavía se pueden ver los rastros de su pasado:
- Ruinas de viviendas cerca de El Puertito.
- Aljibes antiguos, aún visibles en algunas rutas.
- El Faro de Martiño, símbolo del aislamiento y la perseverancia humana.
- Senderos marcados que siguen los mismos pasos que recorrían pescadores y fareros.
Una memoria viva que se respeta
Con cada visita responsable, los viajeros rinden homenaje a esas historias olvidadas. La próxima vez que camines por los senderos de la isla, piensa en quienes los pisaron antes, con redes al hombro o lámparas de aceite en la mano. Hoy Isla de Lobos es silencio, paz y naturaleza… pero también historia.
Desde Naviera Nortour, te animamos a explorar la isla con respeto y curiosidad, sabiendo que detrás de cada roca y cada ola hay relatos que merecen ser recordados.